🎙 El rap de acá: “Broda” y “Sista”, las voces de nuestros juglares inquietantes
En sus pódcast, Agustina Arias expone las entrañas de la escena bahiense.
Por Abel Escudero Zadrayec / Director de 8000
El escenario es la Plaza Rivadavia: el centro del centro de Bahía Blanca.
Pibes y pibas improvisan, chocan puños; se ríen, se mueven, se saludan, se gritan, se desafían.
Un presentador arenga:
—¡Que se pudra!
Y termina pudriéndose:
Voy a hacer un chiste
para que se rían más completo:
hablaste de mis lompas,
retrolazo, este pajero
porque pasó de ver el escudo
a relojearme el muñeco.
Pero nadie se ofende. Son códigos: así es el rap.
Y el rap de acá pendula entre lo importado y lo local: entre el Bronx y el barrio Pedro Pico; entre un inglés de película obvia, de jerga, pendenciero
You know what I mean, madafaka!
y el lunfardo y la cultura digital y el “vesre”, propio, callejero
la lleca y el rocho, ¡vos la revivís, Escubi!
—Las voces del rap de acá registran el andar cotidiano y dan validez a un modo de aprendizaje experiencial: desde el barrio, en la calle —dice Agustina Arias, que es LA voz de 8000: cada sábado la escuchás es nuestros audios con el resumen informativo de la semana bahiense.
Pero además de locutora, Agus es docente, cantante y está haciendo el doctorado en Letras por la Universidad Nacional del Sur. Su tesis es sobre el rap de acá.
Y como parte de la investigación de campo se mandó 2 pódcast reveladores, que capturan las esencias de estos inquietantes juglares de los tiempos que nos tocan y nos resuenan.
🎧🙋♂️ El primer pódcast se llama “Broda” y se enfoca en los pibes: Real Fresh, Exe, Hazel, Ach, Simmer, Dylan, Juanma, Lucio, Serafín, Ariez, Izuna, Confi, Muzi.
🎧🙋 El segundo se titula “Sista” y está dedicado a las pibas: Ziva, Madeam, Fleky, Eklipce, Kazz y Cronopio. (Este ganó la reciente Bienal).
Acá abajo Agus nos cuenta más sobre ellos. Y a continuación los publicamos, hoy, en exclusiva.
“Broda”
“Sista”
🎙 Me convoca, me interpela;
me entusiasma y me desvela
Por Agustina Arias
Las batallas de rap en estilo libre (freestyle) se hacen de cerca, de frente y en ronda. No sólo son palabras que coinciden en rimas o que proyectan sentidos metafóricos; también hay cuerpos situados que se mueven, se acercan, se alejan, resuenan en el otro y los otros que están mirando.
Las manos, los brazos, los pies siguen un compás vocal y simpatizan con la voz porque movimiento y palabra son indisociables.
Los cuerpos se usan, se escuchan y se interpretan porque los cuerpos cuentan: expresan, y ahí donde parece haber libertad extrema, hay código.
Los espacios (más verdes, más grises) se emplazan en el centro y macrocentro y congregan a jóvenes de distintos puntos de Bahía Blanca. Se trata de plazas, parques, playas de estacionamiento, el skatepark.
Aunque las locaciones varíen, la imagen es siempre la misma: si se enfocara desde lo alto, en un plano cenital, se vería un círculo caprichoso y movedizo: que se ensancha, se sustrae, como un organismo celular, con bordes difusos, fluidos, negados a permanecer en orden.
El rap se hace contexto con los objetos concretos del espacio, con la emergencia, con lo inesperado y lo impredecible.
El monumento a Rivadavia, en la plaza, sirve de grada y de soporte para el grafiti. Las escalinatas de la Plaza del Sol son asientos naturales para la audiencia. Los árboles del Parque de Mayo aportan sombra y resguardo. El playón de la Universidad Nacional del Sur aporta escenografía artística.
Todo está listo, pero nadie sabe qué va a pasar.
En eso que sucede se entraman intensamente el ritmo de la respiración, las miradas, las temperaturas, las transpiraciones, los alientos, las salivas, la sangre que circula.
El rap es, al mismo tiempo, libertad pero reglas que respetar: modalidades de improvisación, tempo y métrica impuestos por la base rítmica, adecuación de la respuesta, sentidos originales de lo que se dice, la habilidad de ser fluido y no trabarse.
Es una ficción ritualizada.
No sabemos qué va a pasar pero sabemos cómo va a pasar: la cosa va a picarse, se picantea, se pudre.
El desafío, el conflicto, el “berretín”, la chicana: no pueden faltar porque la agresión y hacer doler son elementos constitutivos de la batalla y de esa forma de interacción.
También la puteada y las palabras consideradas “malas”. Son necesarias, cobran un sentido otro y adquieren un valor de estima en ese entorno.
Es una forma de querer, una forma de hablar, una forma de decir, una forma de luchar.
Las palabras se transfiguran en “armas”, los versos en “ataques” y las entradas, en “estrategias”.
Los puntos frágiles para pudrirla son eternos: la capacidad de oralizar, la mujer (madre, hermana, novia), el origen, aspectos biográficos, lo físico y la sexualidad (aunque, por fortuna, estos emergen desde una mirada desconstruida).
Así, en las batallas salen a la luz aspectos “personales”, que se conectan con temas de agenda social y que demuestran posicionamientos claros por parte de los raperos y las raperas, como le dice Muzi a Simmer:
Nuestra diferencia es que soy más rudo,
que yo soy bueno y vos aparecés
en la lista de machirulos.
Simmer responde reflexivo:
Yo aparecí en la lista de machirulos.
Me equivoqué, a todos eso sí se los juro.
Pero igualmente me equivoqué y yo soy artista:
pasó el tiempo y cambié mi punto de vista.
O cuando en batalla de mujeres, Ziva le tira a Kazz:
Y si me agarran con las piernas abiertas, ¿cuál fue?
No es pecado coger.
¡Qué me vas a decir vos, también!
Soy madre soltera y me la banco rebién.
Igual, los espacios bahienses pueden generar desarmonía en las batallas. En el rap se evocan lugares de procedencia que revelan valoraciones en torno a la “valía” de ciertos objetos materiales (marcas de indumentaria) e inmateriales (barrio y equipo de fútbol).
En una batalla con la temática “barrios de Bahía” surgió esto:
¿Cuántos barrios pisaron tus zapas?
Nadie pisa Villa Mitre
con un conjuntito Kappa.
Así que te suelto una actitud,
mi rap es un barrio
y un equipo: me dicen Spurr.
Claro que también los barrios bahienses se usan estratégicamente para desplegar el doble sentido, en favor de la comicidad y el sentido lúdico, acentuando aspectos de lentitud y desorientación del rival en la batalla:
¿Escucharon su freestyle?
No es nada veloz:
parece representante de Villa Caracol.
Venir del barrio, pisarlo y transitarlo, otorga presencia, sabiduría y credibilidad al relato. Los barrios se tematizan y despliegan una serie de connotaciones, junto con los equipos de fútbol: se vuelven fuentes de identidad y representatividad. Y el rap expresa esa síntesis entre lo espacial y lo pasional: barrio + fútbol.
🎙 Detrás de escena
Desde hace algunos años el rap -como fenómeno oral, improvisado, lúdico y serio- me convoca, de manera advenediza, y me interpela como foco de aproximación, estudio, reflexión y admiración. Me desvela, me entusiasma y me mueve a buscar divergencias, convergencias e innovaciones en lo que se dice.
Tiene implicancias en mí desde lo musical, lo verbal, lo fluctuante, lo corporal, lo tradicional e igualmente novedoso.
Me parece una práctica lúdica tan vieja como moderna. Tan lejana como inmediata.
Es lo de antes, lo foráneo pero acá, con apropiaciones locales singulares y potentes.
Encuentro densidad ahí para bucear y tratar de entender cómo lo global se inserta en lo local.
🎙 El pódcast
Broda es la forma que predomina en sus modos de tratarse. Así, con la “a” final y, muchas veces, en su versión más corta: bro. Broda es el hermano, el compañero, el compa, el cumpa, el camarada, el pana. Y entre las mujeres, lo mismo pasa con la palabra sista. En el rap, la fraternidad es el valor transversal a cualquier estilo, región, modalidad, etnia, clase, género.
La idea de reformular algunos resultados, hipótesis e interrogantes de mi proceso doctoral en un pódcast habilita a pensar en la reutilización de un material recogido en el ámbito de la investigación para ser reconvertido a un formato diferente que funciona en otro circuito, con otras leyes.
El pódcast “Broda” es un híbrido: una criatura anfibia que se mueve entre las aguas del discurso académico-científico y las tierras de lo que pasa en el barrio, en la esquina, en la plaza, en el gueto.
“Broda” es una voz narrativa que da pie a voces genuinas del seno mismo de la cultura y la escena.
“Sista” es experimento. Es una entrevista guionada, estructurada con mínimas líneas y es performance. Las entrevistadas se someten al azar y son sorprendidas por una modalidad no convencional de improvisación: dark, poético, flash, random.
El modo dark sume a las chicas en la más profunda oscuridad y ausencia del registro visual. Vendadas, deben rapear a partir de experiencias sensoriales: olores, sonidos y estímulos táctiles.
El modo flash privilegia la vista y motiva a la improvisación a partir de capturas fotográficas de grafitis del paisaje urbano contemporáneo.
El modo poético juega con la forma “rapeada” de poemas de autores y autoras locales.
El modo random se asemeja a las modalidades de las batallas profesionales: improvisar a partir de palabras escogidas al azar.
Ambos pódcast, “Broda” y “Sista”, se ofrecen como espacios simbólicos de aproximación y divulgación de trayectorias artísticas en expansión.
Desde Bahía Blanca, hacia el más allá.
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