#Bahiensidades | 💡🤨 Ezequiel Martínez Estrada: el genio amargo entre nosotros
Grandes historias de Bahía Blanca.
Por Juan Cruz Fernández
Doctor en Historia (UNS)
A comienzos de 1949 el escritor Ezequiel Martínez Estrada (desde ahora, EME) atravesó por primera vez la puerta de Alem 908, giró a la izquierda y entró en el living de baldosas caqui del chalé de 2 plantas y ladrillo a la vista donde 15 años más tarde se le esfumarían los últimos instantes.
De esa casa, de esta ciudad, ya no se podría librar. Justo él, que vivía escapando de todo y de todos.
El chalé de la esquina de avenida Alem y Esquiú (que hoy es la calle Salta) había salido a la venta, a estrenar, el domingo 12 de diciembre de 1948 a las 10:30, en un remate a cargo del exconcejal conservador Jaime Hemmingsen, cuyo despacho funcionaba en Alsina 118. Quien eligió la casa fue Agustina Morriconi, la esposa de EME, acompañada por Paulina Luisa Zielony, la esposa de Gregorio Scheines, abogado y amigo local.
Agustina y EME se instalaron acá en mayo de 1949. Los celebraron con una cena el viernes 20, en el subsuelo de “La Central Muñiz”, en la primera cuadra de O’Higgins. Las tarjetas se encargaban en los teléfonos 5063 y 1736, o bien en el estudio de Scheines, ubicado en Lamadrid 376.
Incluso el diario La Nueva Provincia, que más tarde le daría un trato distante y, finalmente, el peor de los castigos –la indiferencia–, anunció que la velada asumiría, “a no dudarlo, el carácter de un homenaje de la ciudad al autor de la Radiografía de la pampa y, a la vez, de la cordial simpatía conque (sic) se acoge entre nosotros su presencia, destinada sin duda a ejercer influencia decisiva en vastos círculos”.
📌 En esos mismos días, el Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES), una institución que integraban varios amigos de EME, organizaba un ciclo de conferencias.
🗣 Entre otros, participaron Vicente Fatone (por entonces profesor de Filosofía de la UBA, luego primer rector de la Universidad Nacional del Sur) y Pablo Lejarraga (abogado y contador, muy cercano a EME).
📖 También dio una charla Carlos Viglizzo, quien 2 años más tarde abriría la librería “Pampa Mar” en Alsina al 200. Habló del libro Muerte y transfiguración de Martín Fierro y EME estuvo presente.
En aquella cena del 20 de mayo de 1949, a la que adhirieron formalmente el CLES y el Círculo de Prensa del Sur, estuvieron Gregorio Scheines, Pablo Lejarraga, Zulema Cornídez, Haydeé Bermejo Hurtado, José del Valle Montilla, Federico Baeza, Carlos y Alfredo Viglizzo, Zulema de Arrieta, Alfonso Sica Bassi, Juan Carlos Miranda, Haroldo Casanova, Antonio Schulz, Raúl Bagur, Juan Guido Pastorino, Roberto Carpinetti, Rafael Serano Vivanco, Juan Berría, Héctor Castelli, Alfredo Silenzi, Carlos Saint Julien, Fermín Moisá, José García Pereyra, Elicena Fernández García, Abel Bournaud, Luis Rivas Godio, Alejandro Wolk, Arístides Moleón, Enrique Alperín, Mario Teobaldelli, Julio Corenfeld y Roberto Sahores.
Los centros de estudiantes de Química e Ingeniería y de Ciencias Comerciales del Instituto Tecnológico del Sur (la entidad antecesora de la UNS), enviaron una nota en la que expresaban “la satisfacción que importa para todos los estudiantes contar con un factor de orientación intelectual de la talla del señor Martínez Estrada, pues creemos que a partir de este momento nos ha de unir una estrecha relación espiritual y de trabajo, que ha de cristalizar sin duda alguna en provechoso fruto que marcará rumbos en nuestra naciente vida universitaria”. El tiempo mostró que no sería tan así.
👨🏫 El CLES se había creado en Buenos Aires en 1931 para nuclear a intelectuales perseguidos tras el golpe de Estado que derrocó a Hipólito Yrigoyen el año anterior. Era una organización reformista, liberal y antifascista; a partir de 1946 cobijó al antiperonismo.
🙋♂️ Cuando el colegio impulsó sedes en el interior, encontró en Pablo Lejarraga a la persona ideal para conectar a Bahía con el sur bonaerense, La Pampa, Neuquén y el resto de la Patagonia.
📂 El CLES local, cuya historia fue admirablemente reconstruida y analizada por la doctora Juliana López Pascual (UNS-Conicet), se fundó el 9 de agosto de 1941. En sus 20 años de existencia organizó más de 200 conferencias: entre otros, participaron José Luis Romero, Jorge Luis Borges y EME.
💡 El colegio funcionaba bajo el esquema de cátedra libre y se prestaba especial atención a temas de actualidad y de economía: se partía de la concepción de que Bahía debía convertirse en el centro político, económico y cultural de la Patagonia. (¡Qué lejos quedamos de todo eso!)
📍 La sede se encontraba en el edificio de Mitre y Rodríguez, que alquilaban a Marzio Cantarelli. Cuando a comienzos de la década del 50 el peronismo agudizó la censura y persecución de opositores, el subsecretario bonaerense de Cultura, José Cafasso, solicitó la cesión del inmueble para instalar un Conservatorio de Música. Ante la negativa del CLES, el Gobierno nacional expropió el edificio y se lo cedió… a la Confederación General del Trabajo, que lo sigue teniendo.
El encargado de dar a EME la bienvenida formal, durante aquella velada del 49, fue el entonces director de la Asociación Bernardino Rivadavia, Germán García. La biblioteca, fundada en 1882, en ese entonces tenía una gran ascendencia sobre la comunidad. Y ahí se fundó y se reunió el CLES. Luego seguiría muy vinculada a la Fundación Ezequiel Martínez Estrada que, de hecho, funcionó en ese sitio durante parte de la década del 70.
🌲 En la actualidad hay 2 plazoletas en el barrio Palihue, separadas sólo por avenida de los Constituyentes, que recuerdan a EME y a Germán García.
🔎 Hay más cosas Ezequiel Martínez Estrada acá: una calle que nace en Zapiola al 2.200, un anfiteatro en el Parque de Mayo, un instituto en Belgrano al 200, la biblioteca de la escuela N° 6 en Vieytes 51, la secundaria N° 5 en Chaco entre Bravard y Chancay, el jardín N° 935 en San Lorenzo al 2.500…
EME había conocido Bahía en 1943, invitado por sus amigos Lejarraga y Scheines a dar una conferencia en el CLES. En 1948 volvió, para otra actividad del colegio. Y entonces decidió instalarse aquí.
Aquellas son las 2 personas clave para comprender por qué vino: lo conocían desde la década del 30, cuando lo frecuentaban en Buenos Aires.
⚖️ El abogado Gregorio Scheines fue el primer director de extensión cultural de la UNS y llegó a ser juez de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial. También tuvo varios cines, como el Ocean, el Plaza y el Palacio. Murió en octubre de 2001.
🕯 El contador y también abogado Pablo Lejarraga tenía su estudio en O’Higgins al 200. Su sobrina nieta Inés Lejarraga le cuenta a 8000 que Pablo fue, desde joven, amigo de Alfredo Palacios, primer legislador socialista del continente. Por sus posiciones políticas y por defender presos políticos, durante el tercer gobierno peronista Lejarraga estuvo detenido en la cárcel de Villa Floresta y la Triple A atacó su casa: se salvó porque no estaba en Bahía. A fines del 76 pasó 40 días incomunicado en el V Cuerpo de Ejército. Falleció en septiembre de 1978.
Y otro motivo de la radicación de EME entre nosotros fue la cercanía con su campo en Goyena: a 120 kilómetros, sobre la ruta nacional 33, en el partido de Saavedra.
Lo había comprado en 1937, asesorado por el vasco Juan Goyanarte, dueño de tierras y una planta de acopio de cereales en la localidad.
👨🌾 Goyanarte era un personaje polifacético: productor agropecuario, comerciante, escritor y socio de Victoria Ocampo en Sur, revista en la que EME colaboró a partir de 1946.
Las 383 hectáreas de Goyena contaban con una casita muy sencilla, casi una tapera, y unos pocos animales. En la operación inmobiliaria utilizó algunos ahorros y, básicamente, el dinero del Premio Nacional de Literatura de 1932, correspondiente a su obra de 1929 (sí, el jurado tardó un par de años en dictaminar) y que cobró recién en 1935. El premio, de 30.000 pesos de aquel momento, serían hoy unos 180.000 dólares.
💵 La principal fuente de ingresos de la fundación es el arriendo de ese campo, al que EME solía llamar “El Rancheli”.
Ya desde inicios de la década del 30 EME buscaba abandonar la Capital Federal. Huir, otra vez. Pero Goyena, donde había vivido parte de su infancia, no era el destino inevitable. Contaba con una alternativa: su amigo, su hermano, Horacio Quiroga, había quemado 1 hectárea de monte en San Ignacio (Misiones) para que EME hiciese su casa: “Usted no se halla allí, pruebe por lo tanto otro ambiente”, le escribió.
Pero EME no quiso, no se animó: tal vez la soledad de la selva misionera era demasiado.
Agradeció el convite y optó por el campito de Goyena, que estaba lejos de todo pero no tan lejos de todo. No quería terminar “perramente aislado”, como Quiroga solía describirse.
Días después de que EME comprase el campo, el 19 de febrero de 1937, Quiroga se suicidó ingiriendo cianuro. 2 décadas más tarde, en un libro que escribió acá, titulado El hermano Quiroga, EME le preguntaba: “¿Por qué me has abandonado?”.
✒️ En sus años bahienses escribió y publicó, entre otras, las siguientes obras: El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson (1951), ¿Qué es esto? (1956), Cuadrante del pampero (1956), Las 40 (1957), Exhortaciones (1957) y Heraldos de la verdad (1958).
Quien pasaba más tiempo en “El Rancheli” era Agustina, ya que las obligaciones laborales mantenían a EME atado a Buenos Aires durante gran parte del año.
Y si algo escaseó en la vida de EME fueron los momentos de felicidad, pero en Goyena parece haber sido más o menos feliz. La mayoría de las fotos de su vida rural muestran a un hombre sonriente, relajado, a gusto. En una carta a su amigo Arnaldo Orfila Reynal le describió la nueva escena: “Primavera, pastos verdes, la hacienda gorda, el peón gordo, mugre y felicidad”.
🌾 En el campo solía recibir amigos: entre ellos, la familia de Gregorio Scheines, cuyas hijas Diana, Graciela y Carlota solían pasar parte del verano junto a los Martínez Estrada.
EME y Agustina se habían casado en 1921. La decisión de contraer matrimonio con aquella italiana, hija de un artista al que había importado el exgobernador bonaerense Dardo Rocha para realizar trabajos en la nueva capital provincial, implicó la ruptura definitiva del vínculo entre EME y su propia madre, Manuela: la relación ya venía bastante deteriorada y la fulminó ese cambio de estado civil. No volvieron a hablarse.
Como le comentó a 8000 el doctor Néstor Cazzaniga, presidente de la fundación, Manuela sobrevivió a su hijo y reapareció a través de un par de abogados que se hicieron presentes en Alem y Salta para reclamar la herencia.
🏠 La Fundación Ezequiel Martínez Estrada se creó el 11 de agosto de 1968: Pablo Lejarraga llevó adelante el trámite de su personería jurídica Nº 24.530. Agustina legó el campo de Goyena y el chalé de Alem 908, donde hoy también funciona el museo.
🛎 Los domingos de 15 a 18 la entidad abre al público. Acá tenés una visita guiada virtual, sus cuentas de Facebook e Instagram y el correo: martinezestradafundacion@gmail.com
La relación de EME y Agustina fue intensa. En lo bueno y en lo malo.
Gris burócrata del servicio postal, en una carta él llegó a prometerle que en su próximo encuentro sexual la sujetaría tan fuerte con sus piernas que la haría “perder 5 kilos”. También hablaban de acariciarse como gatitos y llenarse de mimos.
Y no fueron muy optimistas acerca del éxito de la aventura matrimonial. Hicieron un pacto prenupcial: si la cosa funcionaba bien, seguirían juntos. Si no, se suicidarían.
La pareja sobrevivió a la frustración, dolorosísima, de no poder tener hijos. Porque lo desearon. Sabemos que Agustina perdió embarazos y que ese bebé que no llegó siempre estuvo presente: ciertas ausencias gritan más que las presencias. En “El mate”, un poema de 1927, EME se refirió a las complicidades, silencios y dolores compartidos con Agustina, que solía cebarle unos verdes mientras él escribía:
De ti a mí, mano a mano,
el mate viene y va. […]
Tenemos una pena
como de soledad;
nos falta un hijo y algo
que no tendremos ya. […]
De los viejos proyectos
casi no hablamos más;
hay algo que nos dice
de un fracaso brutal.
Nos miramos con pena
durmiendo sin soñar;
nos ha engañado el sueño,
ya no soñamos más.
Volvió a mencionar la cuestión en “La obra” (1929):
El inútil apremio de la hormiga atareada,
y al fin de tanto esfuerzo, de tanto afán prolijo,
ni un gran libro, ni un árbol que dé sombra, ni un hijo.
La tristeza, el trabajo y el amor para nada.
Ya de grandes, con más de 60 años (60 años de hace 60 años, eh), pensaron seriamente en separarse. A EME le fastidiaba por momentos que Agustina no fuese una interlocutora intelectualmente a su altura. Gregorio Scheines, entonces, le aconsejó:
—No deje a su mujer porque, a esta altura, su vida es también la vida de ella.
Posiblemente el matrimonio se mantuvo, sobre todo, por el carácter abnegado de Agustina, capaz de tolerar el espantoso humor de su marido. “En sus últimos años de vida no era una persona agradable”, señaló el escritor y periodista bahiense Rubén Benítez, de relación cercana con EME.
La pulsión de muerte lo acompañó hasta el final. Era algo más que el destino inexorable de todo ser vivo: era un guilty pleasure con el que permanente coqueteó y deseó más de una vez.
En su ocaso dijo que si no se había suicidado era porque no tuvo las agallas necesarias: “Me puse a estudiar el violín, desesperado, porque no me atrevía a matarme”.
Volviendo al premio que hizo posible la compra del campo: cuando en diciembre de 1932 un conjunto de escritores decidió organizarle un homenaje en el restorán porteño “Trocadero” (asistieron, entre otros, Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges, Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni), EME brindó un discurso errático y dejó entrever que abandonaría la poesía, que lo había llevado a la cima, para explorar nuevos géneros.
Se iniciaba su extensa odisea hacia el exilio interno y la autoflagelación.
Fue progresivamente alejándose de los espacios de sociabilidad de la intelectualidad porteña, a la vez que algunos de sus antiguos colegas comenzaron a verlo (especialmente tras la publicación de Radiografía de la pampa, en el 33) como un “censor amargo de la sociedad argentina”.
En ese camino de fuga permanente EME llegó a Bahía, descripta por Gregorio Scheines en Novelas rebeldes como “un anclado barco de papel pintado [que] no nos conduce a ningún lado. Vivimos una quietud satisfecha, sin sobresaltos y sin proyecciones. La paz de la tierra alambrada y sin indios, la seguridad de la ciudad edificada, de calles de empedrado, con policías en las esquinas”.
En la misma sintonía se manifestó el novelista estadounidense Waldo Frank, que había recorrido América del Sur tomando registro: “Es difícil describir Bahía Blanca, ciudad típica de la pampa, tan difícil como describir la pampa. El carácter de estas calles limpias y suaves es la falta de carácter. La falta de carácter es su carácter. No son miserables ni brillantes, no son ricos ni pobres. La arquitectura no es buena ni mala. Hasta su clima es neutro. Cuando sopla el viento norte hace calor y cuando sopla el viento sur hace frío”.
Una ciudad gris para un hombre gris.
EME buscaba alejarse del trajín de Buenos Aires y distanciarse de círculos intelectuales en los que ya se sentía incómodo. Lo bueno de la Bahía de 1949 es que era un lugar excepcional para lograr ese objetivo. Lo malo de la Bahía de 1949 es que era un lugar excepcional para lograr ese objetivo.
Las mismas razones por las que eligió venir lo desencantaron apenas 1 año después: en 1950 le escribió a Enrique Espinoza, el fundador de la revista Babel: “Para peor, en Bahía, ciudad de pequeño comercio y burocracia, no pasa nada. Cada cual vive en su casa”.
🏅 Durante su primer año como vecino bahiense, fue postulado por la Argentina para recibir el Premio Nobel de Literatura. Lo ganó el filósofo y matemático británico Bertrand Russell.
Más allá de dar algunas charlas en el CLES, en la Biblioteca Rivadavia o en el Rotary, EME tuvo una vida bahiense rutinaria, monótona, anodina.
Vivía en pantuflas. No desarrolló nuevas amistades, no se integró en la sociedad civil; sólo salía para participar de algún homenaje o para asistir a alguna actividad a no más de 10 cuadras: la UNS, el centro.
Si alguien quería reunirse con él, debía ir a su casa. Podía encontrarlo regando el pequeño jardín del frente, vestido de traje y corbata, o tomando mate acompañado de un pequeño frasco de vidrio con algunos maníes crudos adentro. Agustina solía hacer churros caseros para agasajar al invitado.
EME era un personaje de culto en una ciudad chata: escenas similares a las que atraviesa el personaje de Daniel Mantovani en El ciudadano ilustre (2016), la película que dirigieron Mariano Cohn y Gastón Duprat, con guión de Andrés Duprat.
🤔 Casualidad (o no): los bahienses Andrés y Gastón Duprat son nietos de Gregorio Scheines.
Como EME no sabía usar la máquina de escribir, Berta Larrañaga de Lejarraga y Haydeé Bermejo Hurtado, docentes de literatura del Colegio Nacional, seleccionaron algunos alumnos de quinto año para que le prestasen servicio de dactilografía. Entre los convocados estaban Celia Priegue y Juan Daniel Masina.
La profesora Bermejo Hurtado (una bahiense que volvió tras doctorarse en Letras en La Plata y durante un par de décadas dirigió la Escuela Normal Superior) gestionó que EME diera algunas clases de literatura en el Normal. Cosas que pasan: fondos nacionales que no llegan, horas que hay que cubrir y el pedido al rector Fatone, a EME y a algunos más para que cubriesen vacantes ad honorem.
Su salud ya estaba bastante deteriorada. Toda una vida de angustias y de cigarrillos Fontanares Extra Finos pasaba la cuenta: “Me cuesta respirar”, decía.
Algunas alumnas, entre ellas la escritora bahiense Mariana Martí, lo esperaban en la planta baja y lo ayudaban a subir la escalera que conducía al aula.
A los 2 años de mudarse, EME contrajo una extraña y dolorosa enfermedad: neurodermitis melánica de origen psicosomático. Lo mantuvo postrado en distintos hospitales de Buenos Aires y de Córdoba durante unos 4 años: entre 1951 y 1955 casi no pasó tiempo acá. Su rostro y su cuerpo se habían vuelto de un color oscuro, casi negro, poblados de llagas y pus.
Su amiga Victoria Ocampo se ocupó de llevarlo a distintos médicos en su auto, le consiguió medicinas que hacía traer del exterior y lo visitaba todas las semanas. Era la única que besaba la mejilla de ese hombre cuya piel se había convertido en una enorme cáscara negra y agria, como quien la habitaba.
💁 Victoria Ocampo (1890-1979) fue escritora y filántropa, feminista y antifascista. Con el aliento del norteamericano Waldo Frank y del bahiense Eduardo Mallea, fundó la revista y editorial Sur en 1931.
✨ Allí publicaron autores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato, Alejandra Pizarnik, Virginia Woolf, Carl Gustav Jung, Andre Malraux, Martin Heidegger, Henry Miller, Vladimir Nabokov, y Walter Benjamin. Y, claro, también EME.
👩🦰 Hay un colegio privado que lleva el nombre de Victoria Ocampo: queda en Brown al 200 y fue fundado en 1989 por las educadoras bahienses Perla Martínez y Alicia Fernández.
EME recibió el alta médica el 17 de septiembre de 1955, un día después del derrocamiento de Juan Domingo Perón. ¿Qué estaba somatizando ese cuerpo?
En una carta a Arturo Frondizi, entonces titular de la Unión Cívica Radical y luego presidente de la Nación (1958-1962), declaró que había sufrido un “desbarajuste glandular peronista generalizado”.
🙅♂️ EME nunca se afilió a partido alguno. Su compromiso era fundamentalmente con los derechos civiles. Sus contactos con movimientos políticos finalizaron, por lo general, con la frustración: no le gustaba el yrigoyenismo ni mucho menos el peronismo.
🚩 Tampoco se sintió cómodo con la Revolución Libertadora, y la criticó abiertamente. Tras visitar la Unión Soviética volvió decepcionado por la manipulación del pasado: “Acá falta alguien”, comentó en Moscú al ver que León Trotsky no aparecía en ninguno de los cuadros o fotos de la revolución bolchevique.
No se permitía vivir en paz. Alguna vez le confesó a Enrique Espinoza, el de Babel: “Hasta lo que debería alegrarme me entristece”.
Cuando cayó el peronismo, no lo disfrutó ni sintió alivio. Automáticamente, condenó fuertemente al antiperonismo: “A la mafia de bandoleros la sucedieron hombres que saquean lo que Perón dejó en pie y corrompen ahora lo que quedó ileso”.
Nada estaba bien.
Borges le comentó a Adolfo Bioy Casares en esos días: “Parece que Martínez Estrada está medio peronista, medio comunista”.
A diferencia de sus contemporáneos, que creían que con el golpe de Estado el peronismo desaparecería, EME sostenía que perduraría y que la Argentina tendría “preperonismo, peronismo y posperonismo para 100 años más”. La vio.
Sus críticas a la Libertadora (“Los hombres del régimen militar a Perón no le llegan ni a la cintura”) lo distanciaron de varios miembros de la revista Sur con los que había compartido la oposición al justicialismo.
Así, viviendo en Bahía, dijo que Borges era un “turiferario a sueldo” por haber aceptado el cargo de director de la Biblioteca Nacional. Y se diferenció de los intelectuales que se habían sumado a distintos organismos públicos: “Tránsfugas de la buena causa, eunucos y lacayos de los poderosos. Cobran su vileza y lo triste es que haya quienes se lo pagan, y con dinero del pueblo”.
Borges saltó: “La injuria no me alcanza porque yo sé que la felicidad que sentí una mañana de septiembre cuando triunfó la revolución fue superior a cuantas me depararon después honras y nombramientos”. Y acotó: “Martínez Estrada es una especie de profeta, de sagrado energúmeno”.
EME y Borges se conocían desde la década del 20 y tenían, más allá de las diferencias políticas que se profundizaron a partir de 1955, una relación amistosa y de admiración mutua. Borges lo consideraba “el gran poeta argentino”, y lo visitó acá en 2 oportunidades.
🐦 Décadas más tarde, Borges seguiría recordando que le había llamado la atención que en el chalé de Alem y Salta las ventanas estuviesen abiertas y los pájaros volasen libremente por toda la casa y se posasen sobre los hombros y la cabeza de EME.
Gregorio Scheines recordaba que alguna vez recibió a Borges y a EME en su casa, y ambos “se tiraban indirectas” bastante punzantes.
Pero en 1985 la editorial Hyspamérica le pidió a Borges que creara su biblioteca personal de todos los tiempos, con 100 grandes obras. Murió al año siguiente, sin terminar su selección. Había llegado a elegir 74 autores: entre otros, Franz Kafka, Gilbert Keith Chesterton, Fiodor Dostoievski, Joseph Conrad, Oscar Wilde, Gustave Flaubert, Marco Polo, Francisco de Quevedo, Juan Rulfo, Rudyard Kipling, William Blake y… EME.
Se sentía atraído por la vida universitaria aun cuando –o, tal vez, justamente porque– nunca había podido culminar sus estudios medios. Era un autodidacta.
Desde 1923 se desempeñaba como profesor en el Colegio Nacional de La Plata: uno de sus alumnos fue René Favaloro, un adolescente de familia humilde, del barrio El Mondongo. Generaron una relación de cariño y respeto que se profundizó a partir de los 50, cuando Favaloro se instaló en la pampeana Jacinto Aráuz para dar sus primeros pasos como médico. Algunos fines de semana agarraba su auto y manejaba 132 kilómetros para venir a ver a EME.
“Un día me presenté a esta casa, me atendió Agustina, y volví a presentarme delante del maestro; sus articulaciones estaban medio flojitas, solía decirme «me falla la primera» porque le costaba sentarse, levantarse —narró Favaloro el 4 de abril de 1997, en el living del chalé—. Le faltaba la conexión con el medio ambiente, vivía acá encerradito”.
Y recordó cuando lo llevó a dar un discurso en la UNS: “Todavía siento en mi brazo su brazo cuando fuimos caminando despacito, porque siempre caminó despacito, a dar lo que él consideró su testamento a la gente de la cultura… Yo tuve una suerte excepcional de conocer a Ezequiel en profundidad”.
📚 La biblioteca de la Universidad y Fundación Favaloro se llama “Ezequiel Martínez Estrada”.
Finalmente, en 1956 su amigo Vicente Fatone lo convocó para integrar, ad honorem, la comisión asesora de creación de la UNS, institución a la que le regaló un himno:
Nos levanta con alas brillantes
un afán juvenil de saber
y hacia tiempos mejores marchamos
desbordantes de fuerza y de fe.
Otra vez al altar de la Patria
llegan nuevas falanges en flor;
nuestra ofrenda consiste en tres rosas:
Libertad y Justicia y Amor.
Nos impulsa un afán de futuro,
una sacra locura de luz
y hacia grandes destinos nos guían
las sagradas estrellas del sur.
Juventud, juventud inmortal,
¡¡más allá, más allá, más allá!!
🎼 El artista bahiense José Luis Ramírez Urtasun creó la música del himno, que se estrenó el 3 de diciembre de 1958 en avenida Colón 80. Extrañamente, en YouTube no hay registros y la UNS no lo hace sonar en sus actos.
Los otros miembros de aquella comisión fueron el ministro de la Corte Suprema Benjamín Villegas Basavilbaso, el fisiólogo Eduardo Braun Menéndez y los profesores Pedro González Prieto (más tarde rector-normalizador de la UNS con el advenimiento de la democracia en 1983) y Osvaldo Horacio Dondo.
EME tuvo en la UNS su primera experiencia como profesor universitario: a comienzos de 1956 inició el dictado de un seminario de “Sociología rural de la llanura”.
Tras el segundo encuentro, renunció sin dar muchas explicaciones. Ya se había ido de la comisión, enfrentado con con la Federación Universitaria del Sur que reclamaba menor carga bibliográfica en algunas cátedras.
Años más tarde, EME dijo en un discurso en el Aula Magna: “Vosotros me invitasteis a vuestras aulas, pero como yo prefiero la intemperie, nos despedimos y nos olvidamos”.
Otra razón que lo alejó de la UNS fueron sus diferencias con la organización departamental y, sobre todo, con el perfil técnico y científico de la institución. Esperaba un mayor peso de las carreras humanísticas: “Estoy espantado”, expresó al ver el listado de las primeras carreras de grado.
El 20 de diciembre de 1958, cuando la UNS lo homenajeó al cumplirse 25 años de Radiografía de la pampa, volvió sobre el tema:
—Yo sé que, desgraciadamente, hay que aceptar las atrocidades de una civilización industrializada y mecanizada. Pero no quiero que sirváis a esos menesteres que pueden dirigir muy bien los ingenieros de fábrica, los agrónomos y los veterinarios. Ellos no creen en mis ciencias del espíritu, que quizás consideren entre las ciencias ocultas, y por réplica yo no creo en sus ciencias manuales. Si tuviera que vivir dialogando con los númenes máximos de la tecnología, Ford, Taylor o Molotov, en vez de con Montaigne, Thoreau y Nietzsche, me sentiría muy desdichado. Por lo cual debo replicar a quienes me dicen que no entrarán nunca en mis templos de los ídolos, que yo nunca entraré en sus ferreterías.
En el 59 la Justicia le quitó temporalmente la posesión del campo de Goyena en beneficio de un antiguo empleado que –amparándose en la legislación del peronismo– se había presentado como arrendatario reclamando la tenencia de la tierra. “Cuatrerismo justicialista”, decía.
La pérdida de los ingresos provenientes de la explotación agropecuaria agravó su situación financiera e hizo lo suyo a la hora de decidirse a dejar el país, a fines de ese año, con rumbo a México.
Se fue de Bahía diciendo que se sentía un “desterrado entre los suyos” y que vivir aquí era como vivir “en una mala imitación de una ciudad del pecado”, donde lo acosaban “jueces de paz, comisarios y pulperos”.
En México se desempeñó durante 1 año en la Universidad Nacional Autónoma del DF. Entre finales de 1960 y 1962 se instaló en Cuba: le dio empleo Casa de las Américas, el organismo cultural del régimen.
Su estadía en la isla fue acompañada de una entusiasta adhesión a la Revolución. Llegó incluso a reunirse a solas con Ernesto “Che” Guevara, quien le adelantó sus planes de llevar las ideas revolucionarias a la Argentina.
EME le dijo al “Che” que le hacía acordar a Cristo, y le advirtió que terminaría como él: martirizado. Acá también la vio.
El contrato en Cuba finalizó a fines de 1962 y –a su pesar– no le fue renovado. Agustina ya había emprendido el regreso a Bahía meses antes, para acompañar a su hermana Lili, que había quedado ciega y residiría con ellos hasta el final.
Lo cierto es que EME no quería volver a la Argentina. Incluso pensó en irse a Uruguay, pero su esposa y su cuñada ya estaban instaladas acá.
De vuelta, en los últimos días de noviembre de 1962 escribió a sus amigos castristas: “Quiero volver a Cuba. No puedo readaptarme (si alguna vez lo estuve). No tienen ustedes idea de lo que es un gigante que se pudre en pie, que da manotadas y difunde el hedor letal de su gusanera”.
Los cubanos nunca más lo volvieron a convocar.
Sus últimos 2 años bahienses estuvieron marcados por los graves problemas de salud. Según su biógrafo Christian Ferrer, “siempre fue viejo, viviendo en la amargura del mundo”. Ferrer consideró que el regreso deterioró aún más su condición física.
En el documental Conociendo a Ezequiel Martínez Estrada, dirigido por Alberto Freinquel (2005), el ensayista Néstor Tirri, egresado de la licenciatura en Letras de la UNS, recuerda que por el chalé solían pasar algunos alumnos que iban a cursar al edificio de Alem 1.253. Tocaban timbre y eran recibidos por un EME que solía estar a la defensiva y con un andar cansino, aunque dispuesto a intercambiar algunas ideas. Hasta sus últimos días siguió escribiendo, con la asistencia de los dactilógrafos Juan Carlos Delrieux y Nélida Haydeé Link.
En su anteúltima entrevista, concedida en agosto de 1964 a Tomás Eloy Martínez para la revista Primera Plana, dijo sentirse “abatido, destruido moralmente, solísimo”.
Una semana antes de morir comentó que Bahía era “una ciudad tan lúgubre y triste como puedo serlo yo”. Falleció en su sillón del living, la noche del 3 de noviembre de 1964, hace 60 años.
Acá su muerte pasó casi desapercibida. Al velorio fueron, en palabras de Rubén Benítez, menos de 5 personas. Tampoco había hecho mucho EME en sus últimos años para conquistar el cariño de sus vecinos ni para conservar el afecto de sus amigos.
📋 La fundación preparó un homenaje con una serie de actividades académicas y culturales, presenciales y virtuales. Acá tenés la lista completa.
Los restos de EME fueron enterrados en el Panteón de los Maestros del cementerio municipal. En Cuba hubo feriado nacional.
2 años después del fallecimiento, sus amigos Pablo Lejarraga y Roberto Mario Arata impulsaron la construcción de un mausoleo en homenaje. El Municipio hizo propia la iniciativa, la financió y ejecutó. Se inauguró el 14 de junio de 1970.
La obra fue realizada por el escultor porteño Carlos de la Cárcova, hijo de Ernesto, el autor de la famosa obra “Sin pan y sin trabajo” (1894).
De la inauguración participaron poquísimas personas y La Nueva Provincia apenas le dio una breve columna en la página 12.
Se trata, posiblemente, del edificio mejor logrado en el cementerio local. Está ubicado sobre la calle principal y tiene la figura del escritor en bronce. Consta de 3 relieves de piedra que simbolizan el ensayo, la poesía y el drama; sobre una pared están las líneas de una de sus Coplas de ciego:
Se despertó de repente
y se asombró al encontrarse
viviendo, sencillamente.
EME había nacido el 14 de septiembre de 1895 en San José de la Esquina, un pueblito del sur santafesino, sobre la costa del río Carcarañá (Cará Cará Aña) que, en la lengua de los comechingones, quiere decir “carancho diablo”.
Eligió, o no, o sí, morir en Bahía Blanca, la Huecuvú Mapu o “tierra del diablo”, según los aborígenes que poblaban esta región de vientos, calores sofocantes y fríos intensos. Coherente en alguien que recorrió la vida huyendo y construyendo su propio infierno.
Como alguna vez le comentó a Gregorio Scheines:
—Yo mismo me he convertido en un torturador de mí mismo.
✍️ El autor
Juan Cruz Fernández es bahiense. Magíster en Economía Agraria y Administración Rural (UNS). Doctor en Historia (UNS). Profesor adjunto por concurso nacional de oposición y antecedentes de las cátedras Historia Económica del Siglo XX e Historia Económica Argentina (Departamento de Economía, UNS).
Contacto: juancruz.fernandez@uns.edu.ar
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Fuentes consultadas
Orgambide, Pedro (1970): Radiografía de Martínez Estrada, Centro Editor de América Latina.
Ferrer, Christian (2014): La amargura metódica. Vida y obra de Ezequiel Martínez Estrada, Sudamericana.
Lamoso, Adriana (2017): Ezequiel Martínez Estrada: cultura, política y redes intelectuales, EdiUNS.
Martínez Estrada, Ezequiel (1959): Discurso en la Universidad, Extensión Cultural de la UNS.
Piegue, Celia (1962): Bahía Blanca en la literatura, Extensión Cultural de la UNS.
Scheines, Gregorio (1960): Novelas rebeldes de América y otros ensayos, Americalee.
Fernández Stacco, Edgardo (2009): Abandono a la contemplación. Apuntes para la historia de la Universidad Nacional del Sur, Editorial Universitaria Rioplatense.
López Pascual, Juliana (2014): Representaciones, prácticas y tensiones en la institucionalización de las actividades culturales: Bahía Blanca, 1940-1969. Tesis doctoral, UNS.
López Pascual, Juliana (2011): Intelectuales: cartas, redes e instituciones. El archivo epistolar del Colegio Libre de Estudios Superiores de Bahía Blanca en el cruce de la Historia y la Antropología (1941-1952), Revista de Estudios marítimos y sociales, 4, pp. 107-117.
Fuentes primarias
Diario La Nueva Provincia
Documentales
Freinquel, Alberto (2005): Conociendo a Ezequiel Martínez Estrada..
FEME (2002): Ciclo de conferencias de Gregorio Scheines.
May, Marcelo (2010): Ezequiel Martínez Estrada, profeta desdichado.