#SeresBahienses | 👩🏼🎓 María Emma Santos, economista, investigadora y docente: riqueza académica
Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.
Cuando era una nena e iba de vacaciones a Buenos Aires, a María Emma Santos no le llamaban tanto la atención el obelisco ni la cantidad de edificios altísimos: veía a chiquitos de su edad en el subte, solos, dejando estampitas en la falda de la gente, esperando alguna moneda, y pensaba: “Esto no está bien. Deberían estar en la escuela o en la casa, jugando o aprendiendo”.
―Siempre me pareció que la pobreza era un flagelo por el cual había que hacer algo, y que yo podía contribuir ―le dice a 8000 María Emma, que tiene 45 años y es economista, docente de la UNS y logró lo que más quería: ser investigadora del Conicet, y dedicarse a la pobreza.
Sus tareas también incluyen la gestión y la extensión: es decir, el vínculo de la universidad con la comunidad mediante distintos proyectos.
―Vengo de una familia de académicos ―remarca―. La vida universitaria, la docencia y la actividad de investigación siempre me atrajo profundamente.
🩺 Su abuelo materno fue el médico Máximo Valentinuzzi.
🧪💡 Su mamá es Silvia Valentinuzzi, bióloga, docente e investigadora. Su papá es el ingeniero Jorge Santos, que llegó a dirigir el Departamento de Ingeniería Eléctrica de la UNS y a ser investigador principal del Conicet.
―Escucho Conicet, papers, docencia universitaria desde que tengo uso de razón… ―añade María Emma, a quien le dicen “Memi”, un apodo que le surgió al nacer: su padre envió un telegrama con la noticia y para no usar demasiados caracteres puso “Nació Memi”.
―En este amor por la academia, ¿hubo un momento bisagra o fue una construcción?
―Fue una construcción. En el momento previo a elegir la carrera, me planteé alguna alternativa, como el mundo de la política o de la música, porque fui al conservatorio muchos años y aún sigo tocando la guitarra. Pero después me di cuenta de que lo que realmente me iba a hacer feliz era estar en el ambiente universitario y del Conicet: entonces, fui por ese lado.
👩🧑 Sus hermanos también eligieron el camino académico: Georgina estudió Economía y emigró a Inglaterra, donde se dedica a la economía del transporte, y Rodrigo es ingeniero electrónico, también docente en la UNS e investigador del Conicet.
A María Emma le atrajo la economía por la combinación: materias duras como matemática, estadística, micro y macroeconomía, y otras más propias de las humanidades y de las ciencias sociales, como historia y sociología.
―Y permite una gran amplitud de inserción profesional y académica. Te recibís y podés hacer miles de cosas: economía de la educación, del transporte, pobreza, pymes…
👩🏫 “Memi” da Política Económica de quinto año en la licenciatura en Economía de la UNS y trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales del Sur (IIESS), que depende de la universidad y del Conicet.
Su foco principal como investigadora es la pobreza, ese tema que siempre la sensibilizó: lo atribuye a su formación cristiana y su militancia en Acción Católica.
Hacia ahí orientó sus trabajos en la carrera de grado. Y lo mismo hizo en la maestría, en el doctorado y en el posdoctorado, donde abordó la pobreza multidimensional.
―¿De qué se trata la pobreza multidimensional?
―Estamos acostumbrados a pensar que pobreza es que nos falta ingreso para llegar a una línea, que es la canasta básica, lo que me permite llevar, expresado en dinero, una vida digna. Pero la realidad es que si bien eso es sumamente importante, la pobreza es un concepto mucho más complejo y atañe a privaciones en diferentes dimensiones, que están vinculadas al ingreso pero no es una relación exacta. Hay grupos de personas que están en hogares en pobreza multidimensional aún teniendo un ingreso suficiente, y otros que, quizás, temporariamente, tienen un ingreso insuficiente pero no están en pobreza multidimensional porque logran cubrir ciertos umbrales mínimos en otras dimensiones.
Y es clave hacer una medición que tenga en cuenta varios factores:
―Que falta plata no te dice demasiado sobre cómo podés ayudar a ese hogar. En cambio, si sabés qué privaciones experimenta, tenés mejor información y podés abordar ese problema de manera más específica. Es decir: si un hogar tiene serias dificultades en educación y eso inhabilita su inserción laboral, una transferencia monetaria no necesariamente va resolver ese problema. O si tiene carencias de vivienda estructurales muy severas, una transferencia no va a resolver la falta de acceso a agua potable o cloacas…
María Emma se recibió de licenciada en Economía en 2002 y luego hizo una maestría en la Universidad de Vanderbilt (Estados Unidos), el doctorado en Argentina y un posdoctorado en el OPHI, centro de investigación sobre pobreza y desarrollo humano de la Universidad de Oxford (Inglaterra).
🙌 En esta última etapa, entre 2008 y 2010, participó del primer índice de pobreza multidimensional en el Informe de Desarrollo Humano, para más de 100 países en vías de desarrollo.
Y de ahí proviene la idea de extrapolarlo a nuestra ciudad: en 2021 comenzó un estudio local con los datos de la Encuesta Permanente de Hogares, al que luego incorporó información propia a partir una encuesta que permitió cubrir mejor nuestra ciudad, incluyendo a los barrios vulnerables.
📝 Como te contamos, este año se repitió el trabajo y los datos estarán disponibles pronto.
―Del estudio local, ¿cuál fue el resultado que más te llamó la atención?
―Con las mediciones del 2021 aprendimos que había más de 82.000 bahienses en situación de pobreza multidimensional moderada a severa, es decir, que experimentaban un 25% o más de las privaciones que estábamos considerando, que cubrían 5 dimensiones: servicios, viviendas, salud (y dentro de ella, la inseguridad alimentaria), educación, y empleo y seguridad social. Y de esos más de 82.000 bahienses, 30.000 eran menores de edad. Y de esos, 14.000 eran menores de edad en pobreza multidimensional severa, o sea en hogares privados de casi todo. Son datos que movilizan, escandalizan y nos dicen que algo está muy mal en nuestra sociedad y que hay que hacer algo para tratar de revertir esta situación.
―¿Cómo se mide la inseguridad alimentaria?
―A partir de 8 afirmaciones que están diseñadas por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), que van desde estar preocupado por no tener suficiente para comer y haber tenido que reducir la variedad o no poder llevar una dieta saludable, hasta empezar a saltear comidas o pasar 1 día entero sin comer. La medición que nosotros hicimos consideraba inseguridad alimentaria moderada a severa y encontramos que un 15% de la población bahiense habitaba en esos hogares, que habían tenido que saltear comidas, reducir porciones significativamente o pasar 1 día entero sin comer.
María Emma dice que si bien el rol de la academia es informar, poner a disposición, ofrecer sugerencias y resultados, siempre se espera que los datos sean de utilidad para la elaboración de políticas públicas: que impacten en la realidad.
Acá, tras la publicación en 2022, su equipo tuvo reuniones con funcionarios de la gestión del intendente Héctor Gay. Y le prestaron “mucha atención”, aunque aclara:
―No puedo dar cuenta de que a partir de estos datos se hizo tal cosa… Pero la información estuvo a disposición de la ciudadanía y eso es muy importante porque somos todos los que llevamos cuenta de nuestros representantes. En la actual gestión hubo un interés por actualizar esos datos y nuevamente los vamos a poner a disposición. Esperamos que sean de utilidad.
La investigación es lo que más disfruta, y reconoce un amor especial por la docencia: trabajar con estudiantes de quinto año, casi colegas, genera intercambios muy estimulantes que la desafían por completo.
―También me encanta la actividad de extensión, cuando podemos ofrecer nuestros resultados al medio, porque es decir: “Esto puede tener un impacto directo en algo”. Pero, bueno: soy académica, y estar tranquila, pensando, verificando, escribiendo papers, es lo que más me gusta.
―¿Y lo más engorroso o difícil?
―El trabajo empírico siempre tiene su parte engorrosa. A veces se cree que la actividad de investigación es una actividad cómoda, y la verdad es que es muy incómoda: siempre estás expuesto a la crítica, esa es la naturaleza de la investigación. Vos escribís un trabajo, lo recontrachequeaste, hiciste ensayos de robustez, sensibilidad, lo presentás en un congreso y te llenan de críticas. Lo mismo cuando lo mandás a una revista para publicación: si es una revista seria, eso tiene un proceso que se llama de referato, donde hay 12 evaluadores que no saben quién escribió el trabajo y uno no sabe quiénes lo están evaluando, y te llega el reporte que dice que tenés que cambiar esto, aquello, revisar lo otro, y capaz vos estuviste 1 año trabajando y eso implica que tenés que dedicarle 2, 3, 4 o 6 meses más. A veces se vuelve cansador, pero también creo que es un ejercicio de humildad, porque en general nadie te dice: “Felicitaciones, esto está perfecto”; es un proceso de mejora permanente.
Hoy el ámbito científico atraviesa una difícil situación y a “Memi” lo que más le duele es el “desprestigio” que se dirige al Conicet y a la actividad en general:
―Me apena mucho, porque los científicos son académicos y, en general, hacen las 4 cosas que mencioné: no es que estamos sentados en un escritorio escribiendo lo que se nos ocurre. La ciencia argentina es muy loable, porque con muy poca plata hace mucho. El nivel de financiamiento es pobrísimo; nuestros sueldos están tremendamente devaluados en relación con muchas otras actividades. La universidad tiene enormes dificultades para atraer o retener docentes, porque los chicos se gradúan y dicen: “Me voy al sector privado”. No es una elección atractiva hoy en día, y eso es un problema porque nos vamos a quedar sin profesores que formen a los futuros profesionales. No es sólo responsabilidad del Gobierno actual: viene desde hace tiempo y se agudizó este último año.
😔 En su instituto, estuvieron en riesgo las 3 secretarias que forman parte del personal precarizado, al cual le renuevan el contrato cada 3 meses: 1 de ellas no soportó esa situación de incertidumbre y renunció para irse al sector privado.
🔎 Su grupo núcleo de investigación está conformado por 6 personas que coordinan, aunque participan muchas más: por ejemplo, detrás del proyecto de la encuesta de inclusión social sostenible hay involucradas alrededor de 30.
🤝 También desarrolla diferentes líneas de investigación con colegas de Buenos Aires y Chile. Y continúa trabajando con el equipo inglés de OPHI: “Es una red que uno va construyendo a lo largo del tiempo, y es muy enriquecedor”.
―¿Bahía sí le da valor a la ciencia?
―Creo que sí. En particular, estoy muy orgullosa del instituto al que pertenezco; lo dirige Silvia London, que ha hecho una gran tarea de darle jerarquía y hacerlo conocer en nuestro medio. Eso es muy importante. Bahía sabe que cuenta con un polo científico tecnológico importante, que tenemos muy buenos investigadores de diferentes disciplinas. Tenemos que estar orgullosos. Somos una ciudad universitaria donde vienen chicos de todo el sur, de otros lugares a estudiar acá. Y tenemos investigadores realmente muy serios.
Tras más de 20 años de docencia y más de 1 década como investigadora científica, su mayor aprendizaje es el ejercicio de humildad.
―A los 18 años, uno tiene la insolencia de la juventud de creer que vas a poder resolver el mundo, y el tiempo y el estudio te hacen dar cuenta de que no vas a poder, pero sí que tu pequeño aporte puede hacer un mundo mejor desde muchos lados, como tomar muy en serio la tarea docente y formar buenos profesionales, o tomar muy en serio la tarea de investigación y ofrecer las mejores estimaciones, análisis y estudios posibles que sirvan para superar ese problema… Si hay voluntad de diferentes partes, política, de estudio, de tomar las cosas en serio, se pueden lograr mejoras.
―¿Qué relación hacés entre pobreza y educación?
―La educación es la promesa para la salida de la pobreza, pero muchas veces esa promesa queda vacía de contenido, y eso es un problema. Hay más de 2 millones de chicos en el mundo que van a la escuela y no aprenden a leer, a escribir, a sumar y a restar, es decir, no aprenden las capacidades cognitivas básicas sobre las cuales construimos todo lo demás. Y creo que eso es porque quizás a la escuela en la Argentina se le depositaron demasiadas demandas que van por fuera de lo pedagógico y está sobrecargada; pero también creo que tiene que ver con los métodos de enseñanza, que a veces por querer ser demasiado progresistas y modernos terminan no cumpliendo la esencia. Hoy se habla de pobreza de aprendizaje y es un punto neurálgico: si no abordamos el problema educativo y el nutricional, difícilmente vamos a poder superar la pobreza en la Argentina y en el mundo en general.
―¿Qué pensás de la meritocracia?
―Me parece que es un término válido y es fundamental que lo enseñemos, pero igualando la cancha. Claramente, los chicos que vienen de familias desfavorecidas, donde sus papás quizás no han podido terminar el secundario, a veces ni el primario, donde el lenguaje que se habla en casa es muy poco variado y no hay pautas culturales que favorezcan el tiempo de concentración, llegan a la escuela en desventaja. Y el rol de la escuela es dar iguales oportunidades a esos chicos que vienen con todas esas desventajas con respecto al chico de padres universitarios, que tiene más herramientas.
―¿Y cómo se nivela la cancha?
―Hay muchas maneras. Los estudios indican que la experiencia docente es fundamental y no pasa tanto por las cosas que les demos a esos chicos, por el libro, la computadora, lo que sea. Obviamente, tiene que haber un mínimo de infraestructura, pero el rol docente es clave y necesitamos poner a nuestros mejores docentes, a los más experimentados, para los chicos que vienen en situación de desventaja. Eso ayuda a dar igualdad de oportunidades y, a partir de ahí, igualando la cancha, vos podés sin duda fomentar el esfuerzo, y eso es un aprendizaje de por vida: es importante saber que si yo me esfuerzo, me esmero, trabajo y estudio, voy a poder lograr mejores cosas.
―¿Hay una relación directa entre crecimiento económico y pobreza?
―El crecimiento económico es fundamental para el progreso de un país. Pero, ¿alcanza? No. Parece una verdad de perogrullo, pero es así: es una condición necesaria, pero no suficiente, porque se necesitan políticas que lo vayan complementando. Ahora, si están sólo las políticas y no hay crecimiento económico, no vamos a ir a ningún lado. Tienen que estar las 2 cosas.
Dice que va a llevar décadas reducir la pobreza en nuestro país, hoy ubicada por encima del 50%. Y en el mientras tanto, se precisan medidas de asistencia y contención social, como la Asignación Universal por Hijo:
―Las políticas de acompañamiento son importantes, sobre todo para los sectores más vulnerables: las familias más excluidas necesitan abordajes más integrales, donde una transferencia monetaria no resuelve prácticamente nada.
Además de economista, docente e investigadora, “Memi” es mamá y esposa. Lleva 20 años de matrimonio con Alejandro Ratazzi, ingeniero, docente y secretario de posgrado del Departamento de Ingeniería de la UNS, y tienen 2 hijas: Emma Lourdes (12 años) e Inés Lucía (9).
Su rutina suele estar cargada. Los días de semana deja a las chicas en la escuela y va a la oficina entre las 8:15 y las 8:30. Tiene flexibilidad horaria, pero en general hace de corrido hasta las 16, y en ese rango da clases. Igual, en su casa también trabaja, incluso los fines de semana. Y cuando hay seminarios o reuniones fuera de la jornada laboral, tiene que estar en el instituto.
―¿Es difícil ser mamá y académica al mismo tiempo? ¿Cuál es la clave para cumplir con todo?
―Sí, es difícil. La clave es organizarse y tener un esposo que comparta las tareas de cuidado de los hijos y del hogar. Yo tuve la bendición de que mi esposo, desde que éramos novios, siempre me acompañó y apoyó en mi carrera. Y siempre hemos compartido el cuidado y la educación de Emma e Inés. A su vez las abuelas, Silvia y Marta, nos ayudaron mucho. Algo muy importante también es haber podido contar con un buen jardín maternal y escuela de jornada extendida, posibilidades que la educación pública en general no ofrece, lamentablemente. Aun con todo eso, compatibilizar la vida laboral y familiar muchas veces implica resignar fines de semana o feriados de descanso, e inclusive días de vacaciones en el verano, porque la academia “no tiene horarios”, menos aun cuando trabajás con grupos en el exterior. Pero la otra cara de eso es que la flexibilidad horaria permite que puedas quedarte en casa cuidando a tus hijas cuando están enfermas, y acompañarlas a los eventos escolares y otras actividades importantes. Y eso lo valoro muchísimo.
👩🏼🎓 María Emma lleva unos 40 trabajos publicados, entre documentos, capítulos de libros y un libro. Y a futuro se imagina haciendo lo mismo que ahora: formando estudiantes de doctorado, ampliando y renovando proyectos…
—¿Qué le dirías a la nena que veía a aquellos chiquitos y las estampitas?
―Que efectivamente el mundo es muy injusto y todos los adultos tenemos responsabilidad de esa desigual distribución de la riqueza. Que está bien rebelarse al ver un niño o niña trabajando, en vez de estar en la escuela o jugando. Que no deje de sentir que eso está mal, porque realmente es inmoral. Y por eso mismo es importante hacer algo para tratar de revertir esa situación. Le diría que hay muchas maneras de hacer algo, en todas las edades. Desde chiquitos podemos comprometernos con quienes sufren la pobreza, y la responsabilidad es mayor a medida que vamos creciendo. Los que tuvimos la suerte de nacer en un entorno favorable tenemos una enorme responsabilidad hacia aquellos que no tuvieron la misma suerte.
Producción y texto: Belén Uriarte
Fotos, videos y edición audiovisual: Fran Appignanesi
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec
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La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
🚛 Evelyn Sánchez, recolectora y chofer: al volante del reciclado
🏀 Maia Richotti, docente y basquetbolera de ley: una clase de pasión local
🧠 Fernando Luciani, psicólogo, músico y docente: al son de los deseos
⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
🚢 Andrés Castagnola, práctico de nuestra ría: guía a buen puerto
✊ Paola Quiroga, activista trans: ser quien sos es una lucha
🤗 Maximiliano Mazza, operario, exvendedor, cocinero: la inclusión se trabaja
🥁 Sebastián Lamoth, baterista, sonidista y papá: tocar con todo
🐝 Luciano Morales Pontet, apicultor y cooperativista: el enjambre productivo
👩🏫 Myriam Cony, maestra rural: sembrar futuro para cambiar el mundo
👩👧👦 Paola Vergara, voluntaria de la vida: hacer algo por muchos
🏋️♀️ Marina Danei, entrenadora y deportista fitness: hambre de luchar y superarse
📚 Laura Faineraij, bibliotecaria: un montón de páginas inolvidables
🥊 Johana Giuroukis, emprendedora y boxeadora amateur: va como piña
🏅 Gerardo Mancisidor, veterano de Malvinas: volver a ser visible
🚴♂️ Kevin Jerassi, encargado de la escuela de BMX: ahí va, pedaleándola
🎊 Guillermo "Beto" Carranza, organizador de eventos: hay que animarse